En estos tiempos, las mujeres hemos aprendido a ser fuertes, independientes y resilientes. Nos hemos convertido en nuestras propias heroínas, conquistando espacios que antes nos eran negados y demostrando que podemos con todo. Pero en esta Semana de la Mujer, quiero recordarnos algo esencial: también podemos permitirnos ser vulnerables.
Nos han vendido la idea de que ser fuerte significa nunca caerse, nunca dudar, nunca llorar. Nos repiten frases como «Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan», como si mostrar emociones nos hiciera débiles.
Pero llorar no es lo contrario de facturar. Ser sensibles, tener días difíciles o pedir ayuda no nos quita un gramo de poder. Al contrario, nos humaniza, nos conecta y nos hace más auténticas.
Ser fuerte no significa ser impenetrable. La verdadera fortaleza también está en abrazar nuestra vulnerabilidad, en aceptar que hay días en los que necesitamos un respiro, en sostenernos unas a otras en esos momentos en los que sentimos que no podemos más.
El autocuidado: nuestra mayor fuente de equilibrio
Ademas, ser mujer es un viaje lleno de transformaciones. A lo largo de la vida atravesamos distintas etapas, cada una con sus desafíos y aprendizajes: el embarazo, el postparto, la maternidad, la menopausia, los días de más energía y los días en los que todo cuesta el doble… Y en cada una de ellas nos reinventamos, nos adaptamos y seguimos adelante.
Si algo he aprendido acompañando a mujeres en todas estas fases, es que la fuerza no es solo física. Es emocional, es mental, es la capacidad de priorizarnos, de escucharnos y de elegirnos a nosotras mismas. Pero para sostenernos en este camino, necesitamos algo fundamental: cuidarnos.
Mover el cuerpo, cuidar la mente, nutrir el alma
El autocuidado no es un lujo ni un capricho, es un derecho. Y más que eso, es una herramienta para nuestro bienestar integral. A veces pensamos en el ejercicio solo como una forma de vernos mejor, pero en realidad, es una vía para sentirnos mejor. Para liberar tensiones, para conectar con nosotras mismas, para ganar energía en los días en los que parece que no queda nada.
Por eso, en cada etapa de la vida, el movimiento es clave. Pero no cualquier movimiento: uno que nos haga bien, que nos fortalezca sin castigarnos, que nos ayude a sentirnos fuertes cuando tenemos que serlo, y compasivas con nosotras mismas cuando lo necesitamos.
Lo mismo sucede con la mente. Practicar mindfulness, meditar o simplemente aprender a respirar conscientemente nos da la oportunidad de pausar, de escucharnos y de encontrar equilibrio en el caos del día a día.
PHIMETODO: un enfoque para cada mujer, en cada etapa
Por todo esto, mis programas en PHIMETODO están diseñados para acompañar a la mujer en cada fase de su vida, siempre basados en cuatro pilares esenciales:
✅ Fuerza, para sostenernos y empoderarnos.
✅ Resistencia, para seguir adelante sin agotarnos.
✅ Movilidad, para sentirnos ágiles y libres en nuestro propio cuerpo.
✅ Mindfulness, para conectar con nuestra mente y emociones.
Porque el equilibrio no significa ser perfectas todo el tiempo. Significa aprender a fluir, a ser resilientes, a permitirnos descansar y a saber cuándo es momento de empujar hacia adelante.
En este camino de la vida, una de nuestras mayores fuentes de poder es la red que tejemos con otras mujeres. Apoyarnos, escucharnos, darnos la mano sin juzgarnos es un acto revolucionario. La competencia entre nosotras solo nos divide, pero cuando nos unimos, nos convertimos en una fuerza imparable.
Así que, en este mes de la Mujer, celebremos no solo nuestra fuerza, sino también nuestra humanidad. Permitámonos sentir, bajar la guardia, compartir nuestras luchas y sostener a las que lo necesiten. Llorar cuando haga falta, reír a carcajadas, trabajar por nuestros sueños y, sobre todo, construir juntas un mundo más empático y solidario.
💜 Celebremos el poder de ser mujeres en todas nuestras formas. ¡Vamos juntas!







